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viernes, 14 de marzo de 2014

Ventanas al mundo - Mujeres y hombres - El gran malentendido

Lo que me ha llamado la atención, escuchando a las mujeres hablar de lo que esperan de los hombres, es el malentendido que sigue habiendo entre expectativas y realidad. 
Antes, al hombre solo se le pedía que representara la autoridad absoluta en la sociedad y en la familia, resaltando su espíritu de competición y la valoración de las estrategias a largo plazo. Eso ya no nos satisfacía y lo cambiamos. 
Ahora queremos un hombre polifacético, que tenga fuerza moral, autoridad pedagógica y espíritu de colaboración, que se cuide físicamente y que nos seduzca todos los días, lo que son en realidad características atribuidas a las mujeres.  Pero ahora resulta que eso tampoco nos satisface y el discurso social que ha integrado la mujer sobre la participación en las tareas del hogar, la educación de los niños, por ejemplo, no tiene cabida en la imagen del príncipe azul que tenemos siempre en mente. Soñamos todavía con un príncipe azul que vendrá a salvarnos, a revelarnos, pero no lo queremos decir. Cada vez que progresa más la igualdad entre los sexos y reclamamos ser "los mismos" pues finalmente estamos decepcionadas, ya que lo que pedimos en nuestro interior es ser "distintos", queremos que el otro sea "distinto" a nosotras que nos sorprenda y nos encante, y finalmente eso de que se ocupe de la casa y de los niños mientras nosotros nos matamos a trabajar fuera, pues como que no. 




No quiero referirme en ningún momento al sometimiento, a la subordinación, ni al masoquismo, pero lo que nos gustaría es que el hombre nos llevara a una exploración de nuestra intimidad, de nuestra identidad, de nuestra personalidad, de nuestro lado oscuro y eso normalmente solo se puede hacer en "la diferencia", con respeto y cariño. 
Las mujeres para aguantar en el mundo del trabajo o del poder, hemos tenido que adoptar características masculinas, ser guerreras, conquistar pero seguimos conectadas con nuestros valores, que son la escucha del otro, la receptividad, la relación con las emociones. Y es como si nos hubiéramos cansado de ser esas mujeres que lo pueden todo y no necesitan a nadie y buscáramos algo, que no sabemos de nosotros, en el reflejo del hombre, distinto a la mujer. Quisiéramos que nos llevaran a otros territorios y que nos sorprendieran, que nos mandara  flores, que trabajaran duro para que no nos faltara de nada.
Las mujeres esperamos cada vez más audacia de parte del hombre y ellos en realidad están perdidos; les pedimos que sean hombres, pero que expresen su feminidad, y los pobres ya no saben si ser nuestros amigos, nuestros padres, nuestros amantes, nuestros banqueros o nuestros asistentes. Les pedimos que escuchen antes de hablar, pero que no solo nos dejen hablar; que se informen antes de juzgar pero que no nos juzguen; que nos entiendan antes de decidir, pero si nos dejan decidir nos frustramos porque pensamos que siempre nos toca hacer todo a nosotras. En realidad no sabemos a donde vamos, si volvemos al pasado o nos redefinimos. ¡Menudo lio¡ El debate queda abierto.

1 comentario:

  1. Me ha encantado el artículo. Estoy de acuerdo contigo. Tanta liberación lo que ha hecho es darnos más trabajo y más responsabilidades. ¡ Qué nos mantengan y nos traten como reinas¡

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